Ecos de un suspiro eterno
En la quietud de la noche infinita,
las estrellas murmuran secretos viejos,
como labios de plata que cantan y gritan,
cuentos de polvo y sueños eternos.
La luna, señora de manto dorado,
besa al mar con su abrazo frío,
y en su reflejo, de espejo encantado,
se ahoga el misterio de su desvarío.
Los árboles bailan, figuras de sombra,
en un vals que el viento suave ensaya;
suenan sus hojas, cual tímida alfombra,
que al paso del tiempo, en susurros calla.
El río, serpiente de cristal latente,
corre ansioso hacia el fin de su viaje;
con cada gota, un lamento presente,
que talla en la piedra su eterno pasaje.
Y así, la noche se llena de voces,
de ecos sin dueño y luces distantes;
un coro de sombras, de notas veloces,
que en versos perdidos se vuelve constante.
Figuras retóricas utilizadas:
Metáfora: “labios de plata que cantan y gritan” para describir a las estrellas.
Personificación: “La luna besa al mar” y “Los árboles bailan”.
Símil: “suenan sus hojas, cual tímida alfombra”.
Aliteración: en “figuras de sombra en un vals que el viento suave ensaya”.
Este poema explora la conexión entre los elementos de la naturaleza y el tiempo, creando imágenes que evocan una atmósfera de misterio y profundidad.
