Disciplina Espartana
En un hogar de reglas severas,
crecí entre gritos y alguna carrera.
Mi madre decía: “¡Sé fuerte, valiente!”,
mientras esquivaba un plato que volaba de repente.
El desayuno era una batalla campal,
con avena que parecía arsenal.
“¡Come todo!”, decía con tono marcial,
y yo soñaba con un desayuno normal.
El frío del invierno no era razón,
para evitar el baño sin compasión.
“¡El agua helada te hace fuerte!”, decía,
mientras yo temblaba, lleno de agonía.
Las tareas eran otra prueba de fuego,
con ejercicios que parecían un juego.
“¡La mente se forja con esfuerzo y sudor!”,
repetía mi padre, como un gran orador.
Ahora lo veo con humor y cariño,
mi crianza espartana fue todo un desafío.
Aprendí a reírme de cada caída,
y a ver la vida con valentía y alegría.
