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ElidethAbreu

El Quijote de 1604

 
 
En la pluma de un hidalgo errante,
forjóse un mundo de sueños dorados,
cabalgando el viento, firme y constante,
tras sombras de gigantes alzados.
 
Un alma en la tinta, valiente y sombría,
tejiendo delirios de lanza y honor,
en cada estrofa, la gloria tardía,
en cada suspiro, un viejo fulgor.
 
Dulcinea en el aire, fugaz, invisible,
musa de amores, de un alma ideal,
y Rocinante, flaco e infalible,
cruzando distancias de polvo y cristal.
 
A lomos del tiempo, de letra y locura,
se alzó la figura de aquel caballero,
vestido de frases, de sueños y altura,
con yelmo de libros y un fiel escudero.
 
Mas no fue locura, sino esperanza,
un eco que nunca cesó de latir,
que sigue en las páginas, danza y balanza,
del alma que anhela, que quiere existir.
 
Oh, Quijote eterno, reflejo y verdad,
sigues en la mente del hombre presente,
pues toda quimera es necesidad,
y en cada locura, hay un ser valiente.

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