Es un largo desierto el que me llama,
una vasta tierra sin eco ni canto,
una herida abierta de frío y espanto,
donde mi paso sin rumbo se inflama.
No hay luz, ni sombra, sólo la llama
de un sol que quema en silencio y hondo,
un silencio que muerde y va enredando
la piel de mi alma que en polvo se trama.
Camino en la nada, deshecha y sola,
con el peso de un cielo que no escucha,
y un viento seco que mi piel desola.
La vida se pierde, la voz se embucha,
y en este yermo que mi ser acrisola,
solo hallo un eco de arena y lucha.