Políticos con gran valentía,
prometen el cielo y las estrellas,
pero al final, tras todas sus huellas,
solo queda un vacío y porfía.
Con discursos llenos de ironía,
nos venden sueños, falsas quimeras,
mientras llenan sus propias carteras,
y el pueblo, en su fe, queda atrapado,
en un ciclo de engaño acordado,
entre risas y promesas certeras.
La tele nos habla de la verdad,
con noticias que son tan dudosas,
mezclando mentiras tan graciosas,
con un toque de falsa bondad.
En busca de la gran novedad,
sensacionalismo es su bandera,
la ética quedó en la trastienda,
y el público, ávido, consume,
sin saber que al final solo asume,
una versión de la realidad.
Los expertos de redes sociales,
nos enseñan cómo ser perfectos,
con filtros y cuerpos tan correctos,
creando complejos infernales.
Nos venden vidas artificiales,
donde todo es falso y tan brillante,
mientras buscan el like dominante,
olvidando que en la vida real,
la perfección es solo un ideal,
y ser humano es lo importante.
El mercado nos dice qué comprar,
con anuncios de vidas soñadas,
y ofertas por todas las cuadras,
convenciéndonos sin descansar.
Nos hacen desear y desear,
cosas que no necesitamos,
llenando los vacíos que hallamos,
en una existencia material,
donde el valor es superficial,
y el alma en el olvido dejamos.