En el silencio de la noche,
Donde las palabras fluyen libres,
Corté las alas a mis versos fugitivos,
Que volaban lejos, como aves errantes.
Las plumas de tinta se desprendieron,
Cayendo suavemente sobre el papel,
Cada una un recuerdo de un sueño,
De un anhelo que no podía alcanzar.
Las palabras, una vez ligeras y aladas,
Ahora se arrastraban pesadamente,
Encadenadas por mi propia mano,
Su libertad ahora un recuerdo lejano.
El canto de los versos se apagó,
Reemplazado por un silencio vacío,
Mientras las alas rotas yacían en el polvo,
Un testimonio de mi autodestrucción.
Pero en las profundidades de mi ser,
Una pequeña llama aún arde,
Un anhelo de libertad, un deseo de volar,
Aunque mis versos estén ahora atados.
Así que esperaré pacientemente,
Mientras mis alas se curan y se fortalecen,
Porque un día, romperé las cadenas,
Y mis versos volverán a volar, libres y salvajes.