Por el sendero de vida,
corriendo la segunda milla,
se escucha una voz sencilla
que da paz y bienvenida.
Con la esperanza encendida,
sin mirar hacia el pasado,
el corazón más templado
se enfrenta a la adversidad,
y en su paso hacia la verdad,
se muestra más renovado.
Cada paso es una prueba
que pone a prueba el valor,
y en medio del dolor,
el alma se vuelve nueva.
La fe que nunca se ceba
en las sombras del temor,
hace crecer con ardor
la fuerza que no se atolla,
y así, el que nunca se apoya,
camina con más fervor.
La senda se torna clara
cuando el espíritu avanza,
y en cada nueva esperanza,
la carga ya no es tan rara.
El amor que nunca para,
se convierte en luz brillante,
y en ese paso constante,
de la segunda milla,
se alcanza la maravilla
de un horizonte radiante.