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Elideth Abreu

Con el compás del alma

 
 
 
 
La brisa canta en la noche,
susurra el río su pena,
y en la plaza solitaria
una guitarra despierta.
 
Quejíos de luna clara,
caminos de arena y huella,
en las manos del poeta
la copla se vuelve estrella.
 
Los faroles parpadean
como ojos en la niebla,
y en el patio de geranios
se adormece la azucena.
 
¡Ay! Granada que suspira,
¡Ay! Sevilla que se enreda,
en la copla y en el alba
y en el beso de la tierra.
 
Que la sangre de la historia
se mezcle con la leyenda,
que el fandango nunca muera
bajo el duende de esta tierra.

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