El amor trae sufrimiento,
como rosa entre espinas,
sus caricias son divinas,
pero dejan un lamento.
Es un fuego, un tormento,
que en el alma se entrelaza,
es la luz que a veces pasa,
dejando sombras profundas,
y en su danza, nos inunda,
de pasión y de amenaza.
El amor es dulce herida,
que nos marca con su filo,
es un cielo y un sigilo,
que transforma nuestra vida.
En su esencia compartida,
hay un néctar y un veneno,
es un lazo tan ajeno,
que se vuelve imprescindible,
y en su abrazo impredecible,
nos consume y nos da freno.
Es el amor, llama ardiente,
que en el pecho se convierte,
en un fuego que revierte,
y en cenizas se presiente.
Es la dicha intermitente,
de un abrazo que se esfuma,
es la miel que se consuma,
en el beso y en la ausencia,
es la vida en su esencia,
que en dolor y amor se suma.
Amor que en sueños se anida,
y despierta en la mañana,
es la luz que nos hermana,
y en la noche es despedida.
Es la senda compartida,
de un camino que es incierto,
es un faro en el desierto,
que nos guía y nos confunde,
es la llama que nos hunde,
y nos salva en su concierto.
El amor es agua y fuego,
es refugio y es condena,
es la paz y es la cadena,
que al alma lleva en su juego.
Es un viaje sin sosiego,
que nos lleva a lo profundo,
es el todo y es el mundo,
que en su abrazo nos envuelve,
y en su danza nos disuelve,
en su abrazo tan fecundo.