Una vez que comiste caviar,
la sardina no sabe igual.
Su sabor mundano, vulgar,
junto al lujo, desmerece total.
El caviar, manjar de reyes,
delicado, salado, exquisito.
Sus perlas negras, un deleite,
un placer que embriaga el sentido.
La sardina, humilde pescado,
de sabor intenso, pero plebeyo.
Su carne aceitosa, su piel plateada,
no se comparan con el caviar regio.
Una vez que probaste la opulencia,
lo ordinario pierde su encanto.
La sardina, antaño delicia,
ahora parece un simple sustento.
Pero recuerda, en la variedad,
se encuentra el verdadero placer.
Ambos peces tienen su lugar,
en la mesa y en el paladar.