La soledad no es un fallo, ni castigo,
es el cauce profundo del sentir,
el reflejo silente de un abrigo
donde el alma se aprende a descubrir.
Es la sombra que ensancha la distancia,
el espacio que invita a comprender
que el amor no es ausencia ni fragancia,
sino un fuego que arde en el ser.
Porque solo en la pausa de los días,
cuando calla el rumor del alrededor,
se revelan las notas escondidas
en la música interna del amor.
Y así, cuando abrazamos la nada,
sin temor a su vasto existir,
hallamos que la luz más callada
es la que nos enseña a sentir.