La soledad no es pena ni fracaso,
es río que en su cauce nos serena,
un claro en la espesura de la escena,
un bálsamo en el alma, un fiel abrazo.
No es cárcel ni castigo, es un regazo,
silencio que en su ritmo nos ordena,
profunda claridad que nos enseña
a amar sin la cadena del ocaso.
Quien teme estar a solas no ha entendido
que el eco de su voz en la distancia
es llave del amor más encendido.
No es falta, no es error, ni es ignorancia,
es cuna de un sentir puro y henchido,
amor que no se pierde en la fragancia.