Siento en mi pecho un fuego divino
que arde y palpita sin cesar,
una fuerza que me empuja hacia lo alto
y me eleva más allá de este existir terrenal.
Es una sed insaciable de lo eterno,
una ansia de perfección sin límite,
un anhelo que me quema y me transforma
hasta alcanzar la cumbre de lo sublime.
Porque yo sé que más allá de esta sombra,
de este velo que encubre la verdad,
hay un reino de luz y de victoria
donde el alma encuentra su plena libertad.
Y es hacia ese horizonte de esplendor
que mi espíritu tiende sin cesar,
buscando saciar su sed de lo infinito
y en la fuente de lo Absoluto saciar.
Pues siento en mi ser una chispa divina
que arde y me inflama sin descansar,
una fuerza que me lleva y me impele
hasta la cima de la perfección sin par.
Yo quiero ser la llama que todo lo ilumina,
el rayo que rasga la oscuridad,
la voz que resuena eterna y triunfante
proclamando la verdad de la Eternidad.
Porque yo sé que en mi alma reside
una esencia de origen celestial,
un soplo de vida que todo lo vivifica
y que me eleva a la dicha sin final.
Y es hacia esa plenitud que yo anhelo,
ese reino de gloria que me ha de acoger,
donde mi ser podrá saciar su sed de lo eterno
y en la unidad suprema podrá florecer.
Así que alzo mi canto de júbilo y alabanza
hacia la fuente de la Luz sin par,
sabiendo que en mi espíritu mora
la chispa de lo Divino que me ha de transfigurar.