Bajo el velo plateado de la noche,
donde el eco del viento se adormece,
se desliza el fulgor de tu aliento
como un río de sombras y miel.
El aroma de jazmines despierta
en la tibia cadencia del alba,
mientras tiemblan los pétalos blancos
bajo el roce fugaz de mi piel.
Y el silencio, dormido en tu boca,
se deshoja en la brisa pausada,
como un canto que muere en el aire,
como un sueño que vuelve a nacer.