Este poema descriptivo busca capturar la belleza y la serenidad de un atardecer en una bahía costera. A través de una sucesión de imágenes visuales, auditivas y olfativas, se evoca el lento descenso del sol, el movimiento de las aves, la presencia de los barcos, los aromas marinos y la transformación cromática del cielo.
El lenguaje poético utiliza metáforas ("el sol se hunde", "las velas se mecen") y detalles concretos ("el centelleo de luz dorada", "el perfume de las flores costeras") para lograr una representación vívida y sensorial del paisaje. El tono es contemplativo y sereno, transmitiendo la quietud y la belleza del momento.
El poema busca transportar al lector a ese espacio y tiempo particular, permitiéndole experimentar de manera vicaria la magia del atardecer en la bahía.