Erguido árbol, testigo de la pena,
Desnudo y solitario en la llanura,
Tus ramas secas alzan su figura,
Implorando el alivio de su condena.
Mudez cubre tu triste vestidura,
Que el viento agita sin piedad alguna,
Reflejo de la amarga desventura
Que el alma no consigue aplacar, ninguna.
Contemplo tu doliente architecture,
Testigo fiel de nuestro eterno duelo,
Que el tiempo lento, poco a poco, augura
Borrar la pena que te oprime el vuelo.
Quizás un día, verde y floreciente,
Recobres la alegría nuevamente.