En ánforas de vino se sumerge
la risa que desborda la mañana,
el alma que de dicha se desgrana,
y el mundo, en su deleite, se refugia.
De la raíz que al cáliz se subyuge,
brota el placer, su savia soberana,
cual río que a los labios se amontona
y calma el ansia que a la vida urge.
Mas, ¿quién podrá beber sin el exceso?
¿Quién gozará del néctar sin medida?
¿Quién hallará en la senda el equilibrio?
Ay vida, en tus manos dejo el peso:
la copa llena, pero no perdida,
y un júbilo que nunca será tibio.