A la orilla del lago,
me senté bajo un árbol frondoso.
El viento mecía suavemente las ramas
y el agua danzaba con gracia.
De pronto, un pájaro aterrizó a mi lado,
mirándome con curiosidad.
Extendí la mano lentamente
y él se posó en mi dedo.
Nos observamos el uno al otro,
en un silencio tranquilo y profundo.
Fue un momento mágico,
lleno de una paz indescriptible.
Entonces, una ráfaga de viento
hizo que el pájaro emprendiera vuelo.
Lo vi alejarse, perdiéndose
entre las nubes del atardecer.
Ese día, junto al lago sereno,
viví una experiencia tan única
que ahora la guardo con cariño
como un recuerdo inolvidable.