Te vi partir y el alma callaba,
quedó el silencio como un lamento,
y en cada noche con su tormento,
tu nombre incierto aún me llamaba.
Cada suspiro deja un quejido,
cada mirada lleva un sendero,
donde el pasado, cruel y sincero,
deja mi pecho triste y herido.
Eras el sol de mis alegrías,
luz que alumbraba mi oscura mente,
dulce caricia de mis días.
Hoy solo queda, fría y ausente,
tu sombra errante por mis poesías,
llanto que el viento lleva en su frente.