Se descuelgan las sombras de las lomas,
caminos olvidados que el viento abraza,
mientras el río escribe su nombre
en la arena que nunca lo alcanza.
El aire lleva un murmullo a tientas,
como el eco que florece en las piedras,
y la luz, lenta, dibuja en mi pecho
los paisajes que nunca fueron.
Dime, viajero de mil silencios,
¿qué promesas guardan tus pasos?
¿Es la distancia un refugio
o el abismo que nunca evitamos?
La memoria es un ave sin rumbo,
que canta el pasado en un solo idioma.
Su plumaje es eterno y frágil,
pero vuela donde la palabra no sobra.
Y aquí, en este instante que se diluye,
el horizonte traza su última línea,
como un susurro que roza el alma
y se pierde, por fin, en la brisa.