Al Alzheimer
Amalaya al Alzheimer, cruel ladrón de memorias,
que roba sin piedad las preciadas historias.
En su avance implacable, no distingue ni perdona,
arrasando recuerdos, dejando la mente en la lona.
Como un viento helado que congela el pasado,
el Alzheimer va borrando lo que tanto se ha amado.
Rostros familiares se vuelven extraños en la niebla,
y las vivencias compartidas se pierden en la tiniebla.
Amalaya a este verdugo que despoja de identidad,
que desdibuja los contornos de la personalidad.
Poco a poco, va robando la esencia del ser,
dejando un cascarón vacío, difícil de reconocer.
Es un largo adiós, una despedida en vida,
ver cómo se desvanece una mente querida.
Los recuerdos son tesoros que el Alzheimer arrebata,
dejando a su paso una estela de tristeza ingrata.
Amalaya a la impotencia de no poder detener
este proceso que consume, este cruel padecer.
Ver cómo se apaga la luz en los ojos amados,
es un dolor que desgarra, una herida en el costado.
Pero aunque los recuerdos se pierdan en el olvido,
el amor permanece, firme y decidido.
Pues en el corazón, donde los sentimientos moran,
los lazos eternos del cariño perduran y se atesoran.
Amalaya al Alzheimer, que nos enseña a valorar
cada instante compartido, cada recuerdo por atesorar.
Nos recuerda la fragilidad de la mente y del ser,
y nos invita a vivir el presente, con todo nuestro querer.
Que en medio de la niebla, del olvido y la confusión,
brillen destellos de amor, de ternura y compasión.
Pues aunque el Alzheimer arrase con los recuerdos más preciados,
jamás podrá robar el amor que nos mantiene abrazados.
