Ábacos
En la quietud de la noche,
cuando las sombras se extienden,
se alzan los Ábacos, obeliscos
de números que se entretejen,
esferas que giran y se mueven
como una danza de astros silentes.
Cada cuenta, cada hilo,
es un latido, un mundo encerrado,
un eco de los ritmos primordiales
que tejen la trama del ser.
Aquí, en este santuario de cifras,
se revelan los secretos del universo.
Observo con asombro cómo fluyen
los hilos de la existencia,
cómo se entremezclan los caminos,
cómo se enlazan los destinos.
Los Ábacos, cual oráculo de piedra,
susurran las leyes del cosmos.
En su danza perpetua,
en su cadencia eterna,
se esconde la música del tiempo,
la armonía de la creación.
Cada movimiento, cada rotación,
es un verso en el poema del ser.
Sumerjo mis dedos en esta marea
de cuentas y cálculos,
y siento cómo se despliega ante mí
el misterio de la existencia.
Los Ábacos, cual cuerdas de una lira,
entonan la sinfonía del mundo.
Aquí, en este templo de números,
aprendo a descifrar los enigmas,
a leer los signos del destino,
a comprender el latir del universo.
Los Ábacos, cual guardianes del saber,
me revelan los secretos del ser.
