Después de todo,
te quedas a solas / contigo misma.
Las sombras del reloj
marcan el eco de un ayer intacto,
y en el rincón más callado de la casa
se amontonan los suspiros
como hojas muertas.
Los viejos libros
siguen ahí,
con sus voces dormidas,
con sus promesas intactas
que ya no te pertenecen.
Los labios que recuerdas
son solo ceniza tibia
en la chimenea de tu memoria,
y apenas una brasa
quiebra el frío de tu sonrisa.
Me da pena el tiempo,
porque se nos escurre
como un río cansado,
porque no sé mirarlo
sin sentir su peso en mis manos vacías.