Tan cerca que avizoro tu figura,
Y tan lejos cual estrellas fugaces.
El anhelo se nutre de locura,
Y el suspiro se ahoga entre frases.
Tu rostro, un lienzo de recuerdos vivos,
Tu voz, un trino que al alma conmueve.
Mis brazos yacen yermos y vacíos,
Mientras tu presencia mi ser renueva.
La noche es cómplice de mi desvelo,
Testigos somos de este amor prohibido.
Mi corazón palpita con anhelo,
Buscando un resquicio en tu frío.
El tiempo avanza, cruel e inmutable,
Separándonos con su río caudal.
Y yo, aquí, sumido en lo intratable,
Llorando el dolor de estar tan cerca y tan mal.