Hoy canto al poeta de corazones,
al trovador que bordó en el viento
las notas dulces de nuestras pasiones,
el eco eterno de un sentimiento.
Leo Dan, maestro de melodías,
que con tu voz llenaste la vida,
hiciste del amor una sinfonía
y del recuerdo, una luz encendida.
En cada verso, en cada canción,
vibraron las almas, danzó el amor.
Tus palabras, bálsamo al dolor,
fueron refugio y también ardor.
Cantaste al pueblo con sencillez,
con la humildad de quien entiende
que la música nace de la piel
y en cada corazón se extiende.
Tus letras, Leo, son testamento,
de un legado puro y transparente.
Eres faro en el tiempo lento,
que guía las almas de tanta gente.
No hay adiós para quien se queda
en la memoria del mundo entero.
Tu voz, eterna, nos da la prueba:
Leo Dan vive en el alma del pueblo.
Hoy alzo este canto con gratitud,
por los recuerdos que nos regalaste.
Maestro del amor, de la virtud,
¡en la historia por siempre quedaste!