Te digo que sigas tu camino sin el temor de perderme. Te digo que has de encontrarme cuando vuelvas, aunque tardes mil años.
Pues que eres débil y te empuja la vida, ve donde te lleve. ¿A qué luchar, si lucharías en vano?
Yo seré fuerte por ti. Con tus claudicaciones voy a fabricarme una montaña, y me sentaré en la cumbre a esperarte.
No temas que sienta el miedo de la noche o que el frío me arredre. No hay invierno más frío que mi invierno ni noche más profunda que mi noche... ¡Yo soy quien va a congelar el viento y a obscurecer la tiniebla!
De veras te digo que sigas tu camino, que para esperarte tendré la inmovilidad de la piedra. O más bien la del árbol, agarrado a la tierra rabiosamente.