Como todos los niños, cuando yo lo era, solía preguntar a mi madre de dónde me habían traído...
Y como todas las madres, fabricaba la mía para contestarme, una tierra de leyenda o escogía entre los países del mundo, el que le parecía más hermoso.
Pero, no sé por qué, recuerdo que, a pesar de su buena voluntad, una vaga decepción seguía siempre a la respuesta; creía yo a mi madre; pero, una vez satisfechas mis turbadoras curiosidades, me quedaba por mucho tiempo triste.
¿Que era lo que mi pequeño corazón soñaba entonces? ¿De qué flor hubiera querido brotar, de qué nube salir volando como un pájaro?
No lo sé todavía, y ahora pienso que sólo la verdad era digna de mi sueño.
Mi madre no podía ofrecerme nada más hermoso que ella misma... Pero si me la hubiera dicho, era su verdad tan maravillosa, que no la hubiera creído.