Mi mente dibagando se queja, se enseña y se expresa en las crisis de sobrepensarlo todo.
La mansión sustituta que tengo de subconsciente es como un universo de bolsillo, se sienta a que le pegue el aire bebiendo un vaso de vino justo cuando pega la tarde, los hilos de posibles historias y destinos son superfluos a los ojos de la realidad pues no hay aperturas en el tiempo que te traigan de vuelta lo que ya no está o vuelvan de ti aquello que crees que representas en otros. A veces no pasa nada con ser atemporal, confundes las olas del mar con el arrullo del amor, entre humos formas la barrera para lidear con el mundo y cada quien en su propio veneno y elixir se baña en su vida idealizada, no importa sí arriesgas y pierdes, sí lanzas la moneda segura a la fuente pidiendo un deseo aún sabiendo que la pierdes a cambio de algo que tal vez no se va cumplir. Sí obtienes algo o no nunca importa, se acaba, dura mucho o nunca empieza. Lo atemporal pone el balance y equilibrio en el tarro de experiencias, entre lo que te hizo crecer y llorar, amar y odiar. Arriesgar a no llenar ese tarro por miedo al dolor es como jamás aprender a nadar por miedo a ahogarse. No se si vale la pena pero averiguarlo es mejor historia vivida qué evitar sufrir el descenlace.