¿Qué piensas si te digo que el infierno está en tu mente?
No puedo alejar el pensamiento que llevo arrastrando meses atras evitando sentirme inconforme de la manera en que vivo mi vida.
Veo las cosas de una forma y me complicó tanto al no saber como expresarlo.
Me siento existiendo en un lugar donde no soy feliz teniendo que aguantar la sofisma de que así se vive primero, solo para poder entonces alcanzar lo que se anhela.
Estoy molesta con la manera correcta de hacer las cosas y en la forma de cumplirlas.
Deseo tanto un cambio y me contradigo sumisa ante lo que me imponen en el camino.
El lograr lo que quiero me parecen casi entelequias y me rodeo de situaciones vagas abrumandome constantemente.
El sentimiento de estar en una habitación blanca en la que poco a poco plasmó mi ser e impregnó mis ideas como van llegando, dejando ver también la adrenalina con las que las pienso para cerrar los ojos con la misma pesadilla de destino de encontrar la habitación en blanco de nuevo. Y es ahí donde la resiliencia que lleve toda mi vida pierde el sentido y me dejó llevar por la monotonía.
Simplemente no puedo empujar el deletéreo pensamiento de no ser donde estoy, que mis pensamientos no encajan, de saber que tengo un mal que no domino, que mi voluntad descarriada se encuentra perdida en un cuerpo que es el mio y que este se encuentra en un lugar donde no florece.
Me atrevo a decir que me encuentro en el borde, mi cabeza produce versos e ideas todos los días y los desecho al no tener con quien compartirlos.
La melodia ayuda a acompañar el silencio y callar mis inconformidades. Sirve como anestesia al corazón y también como el veneno que lo empeora.
Alguna vez alguien me preguntó cómo creería que sería el infierno... creo tener ya la respuesta.
Imaginate sentado, en el centro de un cuarto blanco, en silencio, frente una puerta que no lleva a nada, mientras tu cerebro y tu mente conspiran entre sí creando otras realidades. Es la blasfemia de tener una salida que no nos salve de existir sin sentido.