Te extraño.
Me gusta saber que a veces me extrañas, que no eres mío ni yo soy tuya, pero aún así me extrañas, porque sin querer nos adueñamos el uno del otro y nos pertenecemos. Te extraño, y sin ti las noches se hacen más largas y frías, yo aquí, tú allá.. maldita distancia. Me gusta creer que habito en ti, que tengo una habitación donde están mis libros, que siempre hay olor a café y que en en ese lugar, por alguna extraña razón, eres conmigo tierno, detallista y creyente de la idea de amarme hasta el final de nuestros días y que sueñas con verme siempre feliz y no tan rota y solitaria. Dime que siempre dejas una luz encendida sólo para mí, porque sabes que suelo despertarme por las noches y que el insomnio a veces se adueña de mi cansancio profundo.
Dime que soy lo último en lo que piensas al final del día, y lo primero que recuerdas al abrir tus ojos y ver que no estoy ahí, que sientes que sin mí tus brazos están vacíos y que toda la vida esperaron por este cuerpo que te abraza, incluso en la distancia.
Te extraño, y algunas veces más que otras, porque te busco y no encuentro, ni a ti, ni a mí, ni a ambos. Nos pierdo. Entonces todas las luces se apagan y la casa se vuelve fría y quiero escapar pero no encuentro la salida, es tan difícil. No puedo ni quiero dejar de pensarte. Entonces me quedo a solas un rato, y hace frío, y se oyen murmullos de historias vacías donde no aparecemos y siento miedo. Miedo de que no vuelvas a encender la luz, de no verte nunca y de que yo me acostumbre a la oscuridad, a qué todo sea una ilusión. Algo que nunca podría pasar. Y que me duelas, vivir sin saber a qué sabe tu risa y sin el susurró de tu voz en mi oído, a dejar de encontrarte en todo lo que miro, porque todo tiene tu nombre . Pero tú siempre encuentras la manera de convertir en luz mis miedos, en risa mi apatía, en calor el frío que nos abraza está distancia.