El poeta muerto

El Maravilloso y Falso Sueño Americano

Bajo el cielo dorado de neones brillantes,
donde las calles parecen cantar triunfantes,
se oculta un silencio, un grito apagado,
el sueño americano, tan bello, tan errado.
 
El lujo desfila con su paso elegante,
mientras la pobreza, invisible y distante,
se arrodilla al borde de un abismo cruel,
donde el oro es mentira y el dolor es fiel.
 
Llegan los soñadores con ojos abiertos,
dejando atrás paisajes y amores desiertos.
“¡Tierra de libres!”, les dijeron al entrar,
pero libertad y esclavitud son fácil de mezclar.
 
En las fábricas frías y campos ajenos,
con manos temblorosas cosechan venenos.
Son la sangre del sistema, el músculo olvidado,
las sombras que sostienen al mundo dorado.
 
El dólar brilla, pero corta profundo,
es la moneda que divide el mundo.
Promete grandezas, pero exige la vida,
cambiando esperanza por heridas mordidas.
 
Las mansiones relucen en barrios cerrados,
ajenos al llanto de los desterrados.
Mientras uno festeja en banquetes dorados,
otro limpia los restos con sueños robados.
 
¿Quién alza la voz por el inmigrante?
¿Quién canta su himno, quién lo hace vibrante?
Es el eco perdido en la noche silente,
la verdad que se oculta tras el brillo aparente.
 
El maravilloso sueño, vestido de gala,
esconde cadenas, cicatrices y bala.
No es para todos, es solo un espejismo,
un cruel decorado de falso heroísmo.
 
Porque el sueño americano, tan vasto y eterno,
no es más que un fuego que quema en invierno.
Una ilusión que atrapa, que hiere y castiga,
mientras el alma del pobre lentamente se fatiga.
 
Y así, el inmigrante camina su vía,
cargando en silencio la falsa alegría.
Pues aunque lo arrastren al fondo del abismo,
su espíritu brilla, aún con heroísmo.
 
Oh, tierra dorada de promesas vacías,
canta tu canción, pero es solo herejía.
Porque el maravilloso y falso sueño que vendes,
es un laberinto donde pocos trascienden.

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