¿Cómo era su rostro? Lo he olvidado.
¿Cómo eran sus manos? ¡No me acuerdo!
¡Lejos de ella tanto tiempo he estado
que ya confusamente la recuerdo!
¿Cuándo fue que me vine de su lado?
¿Hace diez, quince años? ¡No trascuerdo!
¡Tanto, Señor, de mí la has alejado,
que la esperanza de encontrarla pierdo!
Yo me consolaría si pudiera
verla, tres horas, dos, una siquiera,
aunque en ese momento de ventura
me cegase la luz de su mirada,
pues, después que yo mire su hermosura,
poco me importa no poder ver nada.