¿Y quién me enseña a amar, si tú no quieres?,
pues estoy observando que te alejas
de mí, que hasta en la cara lo reflejas,
negándome el mayor de los placeres.
Si te encandilan otros menesteres,
dedícate a los mismos y me dejas
aprender solo y métete entre cejas
que lo haré y sufrirás cuando te enteres.
Lo voy a conseguir, ya lo verás,
que para ello estoy bien predispuesto
y si elegiste que por fin te vas
de mi presencia, ocupará tu puesto
quien sepa darme lo que tú no das
y si algo falta yo pondría el resto.