Envidia, mucha envidia, tengo al hombre
que tenerte en sus brazos se permita,
como también el musitar tu nombre
muy cerca de tu oído y lo repita.
Que en la boca te bese con hartura
llenándose la suya con tu miel
para saborear esa dulzura
que siendo tuya, pertenece a él.
Que junto a ti camine con orgullo
exhibiendo ante el mundo tu belleza,
mientras yo entre la nada me diluyo
lleno de rabia, celos y tristeza.
Jamás pensé en infierno semejante,
que hasta deja en mantillas al de Dante.