Seguro que recuerdas todavía
tantas palabras por demás ardientes
que volcaba en tu oído y entre dientes,
al tiempo que mi voz se estremecía.
No pasaba jamás un solo día
sin que estuviésemos los dos pendientes
de repetir que somos diferentes
a todo ser que en este mundo había.
Llegamos a pensar que el mismo cielo
nos alumbrara con su misma imagen
y por orden expresa del Señor,
siendo de los amantes el modelo
para que con sus hábitos encajen
con los placeres propios del amor.