Sentados frente a frente
piden dos cafés,
uno con leche, otro cortado
dos media lunas, un tostado.
Revisan su compras
de la calle Avellaneda,
disfrutan sus ofertas.
Se los ve felices,
se toman las manos,
diluvia el amor
en sus miradas enfrentadas.
No me sorprende que ambos sean hombres.
Acaso ¿debería sorprenderme?