Christian Sanz Gomez

Traditio

Papá, defiendo el legado de la casa que me legaste,
aunque España sea una gris y sucia pelambre de rata,
aunque balbuceen con farfollantes
palabras llameantes los incapaces de conversar con el Cielo,
pese a que Cataluña sea una atolondrada
y palurda, aldeana y muy árida, tortura psíquica,
aunque Europa aburra y Occidente
sea un turbio harapo, una Babel Caótica de Ruidos,
yo defiendo la casa que me legaste.
En mi jardín hay luz de altas estrellas,
el judaísmo en el centro de mi corazón
y pistilos untados con cosméticos
y pulpa en dulces odres (tu voz era un rumor
de sabia savia verde en los lagares)
Defiendo la casa, y cuido del jardín y de mamá,
no te preocupes por nosotros papá.
¡Cómo te extraño! Tanto hablamos sobre los burriartistas,
los políticos radiando basura, burrijóvenes, sobre execrables
lerdos que subían al escenario social
con sus maneras de patanes chuscos
y su sebo de rucio diarreico manchando las iglesias.
El calor radiactivo de la civilización
enloquece a hombres y bestias.
De las cosas sagradas solo queda Dios y mamá.
Rememoro el escalofrío de piel de tigre que nos poseía,
la calma y precisión con que derrumbábamos
a la pieza reina del oponente,
nuestro Deus sive Natura como un himno viril,
y si vieras ahora a demasiados que aman su esclavitud
como reos conducidos al palacio de Anás.
Ahora a los hombres les privan
de todo aquello que es venerable,
deliberan traicionándose a sí mismos,
sin ideas claras y determinadas
su instinto niega el conocimiento intuitivo.
Sin discernimiento ni meditación de alma,
no memorizan lo importante para que se ramifique
y enriquezca o distribuya en su interior
sino que el paisaje de sus almas es esta Odisea del Barullo.
Para hacer cualquier cosa terrible,
para sobresalir en la estupidez,
para ser el hazmerreír del planeta,
la oscuridad no parece en general necesaria;
vivimos una época nublada y obscura.
Pero yo, no sin maravilla, defiendo la casa.
Me legaste la gran Belleza y el fogoso amor a la Verdad.
Me legaste la lujuria atlética de la Inteligencia.
Defiendo la casa, papá.
Defiendo tu enorme, lujosa biblioteca,
que es la historia de la fuerza de la mente humana,
tus medallas y monedas,
que dan testimonio de leyes y costumbres,
las pinturas y estatuas,
para que la vida continúe más allá de la tumba,
colecciono tus recuerdos
embalsamados en el ámbar más querido y dulce.
Vendrán noches, vienen ya múltiples noches, habrán más noches,
pero yo armado y presto al combate defenderé la casa.
Prudente es conocer la fragilidad de los hombres
y honroso ser un caballero.
Todo se derrumba o desmorona.
Al consuelo en la muerte
y a instruirte en vida,
dedicaste los frutos de tu laboriosidad.
A la grandeza rendiste honores.
Tu vida fue un majestuoso solo de violín entre la turbamulta.
Se dispersó a los cuatro vientos del firmamento
tu mente. Yo defenderé tu casa. Tu legado.
La soledad cansa como una radio con interferencias.
La soledad cansa como una novela moderna.
Estoy solo y meditabundo papá,
palabras de invierno agrietan mis labios.
Pero tu Luna de gatopardo me cobija.
Defenderé la casa de música y burbujas historiadas.
Papá, te juro que con mi sangre
defenderé la casa que me legaste.

Mi padre; qué burgués superior y ecuánime. Sin pausa aportaba datos y reflexiones que fluían en una corriente bien ordenada -un pensamiento clásico es un pensamiento bien ordenado- Todo con medida, grabando en la memoria del feliz oyente los pormenores o contornos del problema o tema a dilucidar. Y en el ajedrez era de una riqueza monstruosa, bellamente gigantesca (pero de mal perder) Era un Lavater y un Tartufo al mismo tiempo. Se sacrificó con minuciosidad por el bien común, el bien particular, y el bien familiar. Generoso, intuitivo, trabajador compulsivo. Sus áreas de conocimiento eran el Derecho y las Finanzas, pero amó también el Arte, con énfasis sobre todo en la pintura. Un análisis de su destino prueba que vivió como deseó, que vivió al hilo de sus pensamientos sobre la vida. Su espíritu no está ahora en la nada; resta su memoria en el Universo, su software se añadió o sumó a la computadora cósmica. Fue un alma sintética; unió lo cordial y sensual con lo intelectual, el placer con las rumiaciones. Amó mucho (muchísimo) a mamá -como ella a él-, aunque su relación fue tumultuosa, con altibajos perennes. Vaticinó a estos patéticos decorativistas horteras del nacionalismo radical catalán que pululan por mi tierra como monos subidos a los árboles, a estos atolondrados ignaros. Detestó el arte no figurativo, la ausencia de «mímesis», la mente en fugas irracionales. Gustó del lujo y tuvo compasión (fue clemente y ayudó) por los desnutridos. Nos educó con severidad temiendo la influencia nociva de la envolvente «tribu». Más que simpático, sarcástico. Más que católico, teísta. Más que feo, atlético. Más que melancólico, vitalista. Una de los grandes frustraciones de su vida es que yo me saliera de la ruta que preestableció y no estudiara ingeniería. Pero, pese a los disgustos, creo que fui su hijo favorito. Lo quiero y lo quise. Descansa en paz papá.

#Padre

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