Christian Sanz Gomez

Le faux aristocrate, con tono engolado, se dirige a Roma

“O me agarras tú, o yo a ti”; el Poder se prepara
para cazaros con ratoneras y subsidios.
Come carne cruda y cualquier cosa que se le ofrezca.
 
Fervor mate de bujías sin esplendor;
tenéis mujeres feas y tontas, siniestras creencias
de pacotilla que no me incumben, esmegma entre
las piernas, nula cabeza abarrotada del sudor de los graderíos,
hosco ocio tabernario, ideas que velan un bilioso
sabor a taxidermia, moho en el asiento que os lleva al circo.
Antes, viéndoos deambular somnolientos por mis salones,
dijera como Luis XIV: “Quitadme de ahí esos mamarrachos”:
damas canis linfáticas, mollejas con encefalitis New Age,
burgomaestres ricos y grasientos como un tonel,
patanes rechonchos de tienducha, hosteleros borderline...
No puedo ahora sino demandaros metamorfosis.
Una inédita actitud ceremoniosa, de estudio, capacidad,
armonía en el colorido, decorado de estatuaria clásica:
el alma como elegante zaguán de casita junto al bosque
y el inmenso desprecio del griego por el bárbaro.
¡Engalanad los caballos con faleras y el traje ornad de palmas!
¡Componed y abrillantad el pensamiento, escribid
un epigrama sabio y que se conserve en las inscripciones
de los monumentos! No más nugae o ruines sombras.
Si no espabiláis ni tan solo tendréis la vida del estómago
pues el Poder se prepara para estabularos en el matadero
y que no mujáis. El portento es arduo, la cima no fácil,
pero ya no vale ya con sepultarse en la mediocridad.
De vuestra inercia debe surgir el fulgor de la Luna.
Importa la acción inmediata y la estructura ulterior:
se está a un tris de que el pueblo perezca por gandul
e ignorante. El Poder es un Mastín de Diamante y Odio,
primitivo y cruel no deroga jamás sus privilegios.
 
O vigor, inteligencia, cultura y oro, o la cámara de gas.

(i) "Millones de graduados universitarios con un nivel de ingresos superior al promedio de la población no son grandes lectores. Y si las masas universitarias compran pocos libros, ¿Para qué hablar de masas pobres, analfabetismo, poco poder adquisitivo y precios excesivos? El problema del libro NO está en los millones de pobres que apenas saben leer y escribir, sino en los millones de universitarios que no quieren leer, sino escribir. Lo cual implica (porque la lectura hace vicio, como fumar) que nunca le han dado el golpe a la lectura: que nunca han llegado a saber lo que es leer" Gabriel Zaid

En un estudio sobre los universitarios españoles de 2006 de la Fundación BBVA, se concluyó que solo un exiguo y raquítico 12% de los universitarios leía un libro al mes !!Un libro al mes!! Cifras palmariamente catastróficas y que, con probabilidad, empeoraron estos últimos dieciséis años. En las sociedades subdesarrolladas el pedagogo Paolo Freire acuñó y descubrió el término de "analfabetismo funcional". Enzensberguer ideó y explicitó el término de "analfabeto de segunda categoría", un tipo de analfabetismo propio de las sociedades desarrolladas, industriales y modernas, y prototipo ideal que forja nuestra universidad española.

En palabras de Enzensberguer: "El analfabeto de segunda categoría es afortunado. Su falta de memoria no le causa ningún sufrimiento; el no tener una manera de pensar propia le alivia de toda presión; valora positivamente su falta de concentración para concentrarse en nada; considera una ventaja el no saber y no comprender lo que sucede. Es activo. Es adaptable. Muestra una considerable determinación para conseguir lo que quiere. Así que no hay que sentir lástima por él. El hecho de que el analfabeto de segunda categoría no tenga ni idea de lo que es contribuye a su bienestar. Se considera a sí mismo bien informado, puede entender instrucciones, pictogramas y cheques bancarios, y se mueve en un mundo que le aísla completamente de cualquier desafío a la confianza en sí mismo. Es impensable que pudiera sentirse frustrado por el ambiente que le rodea. Al fin y al cabo, es ese ambiente el que lo ha creado y formado para garantizar su supervivencia sin problemas"

Si el analfabeto funcional, en civilizaciones subdesarrolladas, no sabía muy bien leer debido a la falta de referentes culturales e información contextual, el analfabeto de segunda categoría sabe leer, pero lo abstracto, complejo y profundo le resulta extraño, alienígena. Desprecia la cultura y le chifla Netflix, sus placeres son chatos y bajos (y, si puede, caros), sus ideas políticas son como irracionales consignas o tuits astrológicos, no aman la música seria, y meros "puer technologicus" les resulta extranjera la delicadeza de gusto o opinión. Se aturullan ante el argumento secuencial, orbitan inconscientes en la bisutería haragana de las ideas fáciles y la pleitesía del pensamiento mágico. Sustituyen asimismo como conversos fanáticos la religión por el animalismo, o el feminismo, o el veganismo, o la conspicua Era de Acuario.
El futuro (un montón de baldíos escombros) ya es suyo. Analfabetos del mundo, ¡United!

(ii) En el mundo de la basura, escribió el siempre lúcido y profético Nabokov, no es el libro lo que proporciona el éxito sino los lectores.

(iii) El supermercado desbancó, descabalgó al genio (turbamulta de cartagineses que no leen a Polibio y usan máscaras ofensivas al gusto)

"Litterae quoque [...]per Italiam increvere, accedente tunc primum cognitione liiterarum graecarum, quae septingentis iam annis apud nostros homines desierant esse in isu. Retulit autem graecam disciplinam Chrysoloras Bisantius, vir domi nobilis ac litterarum graecarum peritissimus"
Eso dice Bruni de Manuel Crisoloras (Constantinopla, 1350-Constanza, 1415)

Traduzco: "Las letras [...] se difundieron por Italia, sumándose por vez primera al conocimiento de las letras griegas, que habían dejado de estar en uso entre nosotros desde hacía setecientos años. Quien restituyó la antigua disciplina fue Manuel Crisoloras, bizantino, hombre en su patria noble y sumamente ducho en las letras griegas"

Los últimos Crisoloras van muriendo, murieron (Bloom, Steiner, Batllori, Popper, Von Balthasar, Olsen, Curtius,...) y se trocan por mediáticas figuras intelectuales con una embarazosa mediocridad de magazine.

El heroísmo no se encuentra ya en las Vidas Paralelas de Plutarco sino en la final de taparrabos de la Champions; la bondad no es un atributo de Cristo sino un gordinflón de barba postiza vestido de Papá Noel frente al centro comercial; la Fortuna no se la domeña sino que se la azota sin piedad; se hace lo que se quiere, pero se carecen de ideas inteligentes para hacer cosas inteligentes con aquello que se quiere; abordar la lectura de grandes libros es algo que casi ha desaparecido de todas partes; el amor no es un destino eterno sino un contrato perecedero; los curas ignoran el latín y se nutren de la prensa rosa; el carácter y la imaginación no siguen un método sino la irreflexión evangelista tecnológica.

(iv) Admito que la pasión por los grandes libros puede ser pragmáticamente ineficaz, proveerte de una suerte de evangelista adoración carente de buen gusto, que su culto estimula un aplomo autodidacto probablemente de mero aficionado o diletante, ayuno de verdadera competencia, que no es posible leerlos todos detenida y cuidadosamente, que para saber que uno lo es también hay que leer libros corrientes y molientes, que su consideración suprema debe ser un medio y no un fin, que pueden engendrar una espuria intimidad hacia ellos falsa, lacaya respecto a lo verdadero y bello, etcétera etcétera.

Pero el hecho mismo de la experiencia con la Grandeza compensa, y su beneficio es una familiaridad con los problemas dirimidos en la conversación culta de la civilización. Y lo más noble: nutren en el estudiante o lector la pasión por vivir una vida buena, una vida tapizada y enhebrada en lo sublime y la excelencia. Vivir una vida buena, vivir una vida de altura y calidad intelectual, qué hermosas palabras que desdichadamente suenan a antiguallas en esta Era del Ruido, en este banal Océano Gris de Internet, en esta iletrada Edad de Piedra Tecnológica. Suena también a deliciosamente anticuado o pasado de moda una lista de grandes libros para leer durante toda la vida, pero la mediocridad solo genera mediocridad, leer obras mediocres genera aplanadas mentes mediocres; la educación liberal debe alimentarse con grandes libros o sino decae en cotas de autoparodia y mendacidad intelectual astronómica. Leamos aquello que seguro que permanece en el tiempo, lo mejor que se ha escrito y pensado, aproximemos a nosotros la perfección estética, cognitiva, sapiencial. Todo lectura es contra la muerte, el cambio definitivo, por lo que una acertada selección resulta indispensable.

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