Christian Sanz Gomez

Líneas escritas una tarde de otoño para espantar las vanidades

Al orgullo de las joyas, al Poder palaciego,
a la belleza de un rostro y miembros salidos del baño,
al esfuerzo por logros efímeros (en el fondo penosos),
a los Honores y Fama con sabor a hiel,
a las lisonjas ajenas que arteramente te persuaden que eres
más de lo que eres, que significas más que esa tenue luz
entre los dos extremos oscuros de la eternidad,
a los prados por el arado conquistado, o por la inteligencia
y la laboriosidad (o el crimen) las mansiones y los yates,
a la Fortuna que permitió llenaras el azar de Sabiduría,
a la exitosa conquista de praderas y bosques tropicales,
a esto, y todo lo demás, pone fin y humilla la Muerte.
Porque los senderos de las Glorias conducen todos a la Tumba,
y juzgado sobre el telón de fondo de la infinitud
poco me importa más que esos pocos minutos en que mamá
de niño me llevaba un caldo caliente si estaba enfermo,
y sus manos limpias, y sus caricias en mi cabello.
 
Anochece. Contemplas las ruinas del Tiempo: Troya,
Corinto, Tebas, Micenas, Palmira, Petra, Pompeya.
No busques el halago del pueblo ¿Acaso le importarían
al músico los aplausos de un público si supiera que en su
abrumadora mayoría se compone de sordos? Limítate
a la amante virtud de caminar sobre la Luna, a no ser vulgo
necio jugando a naipes en la taberna y gritando frente al fútbol.
Acostúmbrate a la modesta comprensión de ti mismo.
Ni ahora, ni acaso nunca, fue el planeta juicioso, verdadero o
inteligente. A tu tumba lleva el fugaz recuerdo del libro
leído al anochecer, ese momento y bálsamo del mundo
en calma, el mundo en orden, el mundo quieto.
Que en tu tumba aflore algún pequeño pensamiento mortal
hilado a la alta noche. Y el olor de las manos de mamá
amasando pasteles. No es presunción, pero triste será la vida
sin alguno de nosotros. Descansa en paz, Christian.

Other works by Christian Sanz Gomez...



Top