Christian Sanz Gomez

Camaradas

Leer al inmortal Platón, también
extasiarse ante nubes o pintura paisajística.
Pero nunca dejar de ser compinches –nunca–
Inundar de rosas los pasillos de los hospitales,
o blandir la espada en justas medievales,
o disfrazarnos de espantapájaros (ahora
que lo pienso, eso sí; de espantapájaros
dialogaríamos con el exclusivo poder de la mente).
Y por la noche de fiesta a una disco gay
al son de un mix de Madonna y Lady Gaga
y terminada la velada, ebrios de amor,
cual tribu caníbal, hambrientos,
devorar el respectivo fruto entre nuestras piernas.

Como si tuviera solo tres libros, una Biblia, un devocionario, y un almanaque, que leyera repetidamente vez tras vez, tengo -pocos- poemas necesarios e inevitables que son mi estrecha gama de literatura donde se embebe honda y obsesivamente mi conciencia o alma. Un alma que cuando los gusanos hagan una cena fría con mi cuerpo encontrarán un regusto de ti, mi amor.

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