Christian Sanz Gomez

Al poeta Emil Man Martínez

En su provincia guarda aquello que amo.
Yo solo escribo aquello que odio, preocupado inquietante
por un océano gris de irrelevancia. Todos «venimos y pasamos»,
y al fin no dejamos ningún rastro.
Memoria de lo que suceció y acaso no tenga después:
el azul de Patinir, Azorín describiendo Ávila,
el Mediodía dando rodeos en el familiar viento,
el poder de la noche tranquila fatigando
al gran Pla o al genio Borges, el adjetivo «roñoso» designando
a una oveja, la sombra del «impluvium» tan fresca,
la calidez del «hipocaustum», los cachorros suaves sin ácido.
El relámpago de belleza de este poeta calma
mi desgracia, mi daimon infernal y jupiterino.
En mis asociaciones Emil es mi privado Heath-Stubbs.
Poesía donde me sirven café y empanadillas.
Poesía que no necesita plebe ni prensa.
No pocas insensataces del mundo actual
acusa gentil e ingeniosamente su inteligencia.
Su tradición no es exactamente la que se estila hoy.
Su convicción de realidad será un rocalloso destino.
Celebra pues, poeta, tu historia indemne, alta y elegante,
de raíles y bisontes nada rigurosos. Azul de Patinir....

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