Enorme es tu pasado,
insumiso mar de dos mareas.
Tu sinfonía de inquietos cocodrilos
dio marco al monolítico arquitecto;
las plegarias del hombre labraron su futuro
a partir del concepto que aprendiste de la vida,
tu sangre legamosa
lleno las tierras de blancos trinos vegetales;
tu mecanismo de cósmico impulso
llevó al África a través de las eras
desde antes que a los toros venerara.
Pero cuánto dormiste;
cuarenta siglos fueron hasta el grito del coraje
que sólo estremeciera tu músculo atrevido.
Si hoy le canto al ayer de muerta piedra
y convoco los recuerdos de Tebas,
es que el presente aflora en tu pasado,
es que vive en la presa de Asuán
y en Suez reconquistado.
Canto al nuevo grito de tu garganta sonora,
al honor retumbar de las pisadas solemnes
uniendo su destino en el polvo desierto.
Canto a la mano sobria que estrecha su certeza
con la certeza inculta del último beduino.