Comenzaba a volar lejos,
lejos la endémica esencia de tu piel
emanando ríos de densos deseos
abría las puertas de mi ser perverso,
que arde hasta los huesos el querer,
que vive más allá del cuerpo.
Te vas en la lejanía,
dejas de aparecer y duele,
pues la imaginación cambia
en instantes de pura percepción.
Atento me atengo
y caigo en banales distracciones,
de pronto coloreas al cielo diferente,
a veces azul, ríes y el cielo se aclara.
Sonríes; nubes y constelaciones aprenden,
toman la forma de un Dios, tu forma,
te alzas al sol, hermosa.
Lloras, gritas, te vas e instantáneamente
cambia a un matiz oscuro,
el cielo y la vida.
Hace frío ya es noche y duele,
muero, el peor huésped de la vida,
a lo lejos del cielo,
sanó sonriendo.
De lejos todo parecía al revés,
bordes y semicírculos
que se proclamaban dioses feroces,
me atacaban la integridad,
un pensamiento náufrago,
que buscaba tu fragancia.
Al final de mí cordura,
al final del oscuro terror de buscar
y no saber cuando ni donde parar, aprendí.
Al final de mí locura,
paisajes hambrientos,
deje de volar,
me devora un pensamiento
y vuelvo a ti.