Carolina Coronado

Se ha deshecho el alma mía

Brillaba el sol aquel día
con luz clara, pura, hermosa;
yo no sé qué presentía,
pero estaba el alma mía
agitada y recelosa.
 
Antes de ver la tormenta
el Alción la pronostica:
así una emoción violenta
que se siente y no se explica
a veces nos amedrenta.
 
¡Tempestad!... y recia que era
la que aguardaba a mi vida,
cuando por la vez primera
tu mirada placentera
vino a anunciar su venida.
 
«Alma noble, dije al verte,
corazón osado y fuerte
en amor y odio extremado,
has de ser muy estimado
de la que llegue a quererte».
 
Harto bien lo presagiaba,
¡mas, por Dios, no sospechaba
aquélla que lo decía
que la idólatra sería
del corazón que juzgaba!
 
¿Por qué tu mirada era
tan dulce? ¿Por qué tu ruego
quisiste una vez que oyera?...
Con una chispa de fuego
se enciende una inmensa hoguera.
 
Dice alguno en su porfía
que es mi alma dura roca;
mas, por la Virgen María,
que a un acento de tu boca
se ha deshecho el alma mía.
 
Elvas, 1845

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