Carolina Coronado

Yo no puedo seguirte con mi vuelo

Tú, huéspeda de villa populosa,
yo de valle pacífico vecina,
tú por allá viajera golondrina,
yo por aquí tortuga perezosa:
tú del jardín acacia deliciosa,
yo del arroyo zarza campesina,
¿qué indefinible, rara inteligencia
enlaza seres de tan varia esencia?
 
El entusiasmo que hacia ti me impele,
la dulce fe que hacia mi amor te guía,
disponen que en amiga compañía,
mi canto unido a tus acentos vuele;
mas yo no sé, paloma, si recele
que, al fin, he de quedar sola en la vía,
pues tal vas ascendiendo por el cielo,
que no puedo seguirte con mi vuelo.
 
Tú desde el centro de la regia villa
domeñas con la voz los corazones,
yo sólo alcanzo a modular canciones
en honor de la simple florecilla;
ve si el ala podrá, corta y sencilla,
de la alondra, ganar esas regiones
que traspasas, de sola una carrera,
dejando un cielo atrás la compañera.
 
Si mi ardoroso empeño a ti me envía,
de ti me aparta el genio que te eleva
y sola a conquistar la prez te lleva
que no osara tocar mi fantasía:
pero no temas, no, que el alma mía
de su destino a murmurar se atreva,
pues que suyo será el bello destino
de alfombrarte de flores el camino.
 
Mas, al fijar la perspicaz mirada
en esa sociedad, cuya existencia
ha menester de intérprete a la ciencia
para ser comprendida y revelada;
afligida sintiendo y fatigada,
acaso tu sencilla inteligencia,
rechazarás el mundo con enojos
y hacia mi valle tornarás los ojos.
 
¿Y qué hallarás?... La garza en la ribera
del fresno cuelga su morada umbría
y allí anhelante a sus polluelos cría
al par de la amorosa compañera.
Guardan los canes la familia entera
que a su lealtad valiente se confía,
y fiel a su república la abeja
hijos y fruto a la colmena deja.
 
¿Todas las madres son tan cariñosas
entre esa gente de la raza humana?
¿Custodias tiene la nación hispana
de sus honras y haciendas tan celosas?
¿Las vidas de los hombres generosas
conságranse a la patria soberana?
¿O entre brutos a súbditos y reyes
su instinto vale más que nuestras leyes?
 
Donde el arte no está, donde alterada
no hallamos la creación en sus hechuras,
no ha menester que tengan las criaturas
muy alta comprensión ciencia elevada;
para cantar del campo embelesada
las risueñas perfectas hermosuras,
basta de mi garganta el leve acento,
y sobra tu magnífico talento.
 
¿Qué bien hiciera aquí?... ¿dar a estos seres
de paz y dicha y libertad lecciones?
¿Inspirar a las tórtolas pasiones
o a las hormigas enseñar deberes?...
Ve con tan noble empresa a las mujeres
que muestran los llagados corazones,
y de ese ardiente celo el bello fruto
dale a la humanidad, por buen tributo.
 
Deja que mis estériles canciones
mueran sobre este arroyo cristalino,
y sigue tú, paloma, ese camino
el vuelo remontando a otras regiones;
deja entre los agrestes pabellones
de la alondra perderse el vago trino:
y allá del grande pueblo en el altura,
difundan tus arrullos su dulzura.
 
Déjame a mí la gloria campesina,
brille en la sociedad tu bella ciencia
que allí a gloria mayor la providencia
tu corazón y tu saber destinas:
¡palpitante lección, viva doctrina
a la ignorancia y femenil demencia!
Serás, entre su especie degradada,
tipo de la mujer regenerada.
 
Ermita de Bótoa, 1846

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