Tras las ventanas que tamizan
la luz del sol que muere
aguardaba
el amor de un joven fauno,
su ternura despiadada,
su plenitud un poco melancólica,
el abismo
y la certeza del pecado
que me acechaban en el fondo
de la noche
fogosa de su boca.
Tras los párpados
guardaba ya
el dolor
de su mirada en sombra,
su proclamado
corazón infiel
de su olvido
la ciega certidumbre.