Carmen Alardín

Todo se deja, así

(Fragmentos)

Era todo tan leve como el punto
más liviano del sol cuando amanece.
Era todo tan suave como el higo
picoteado de pájaros con sueño.
Era luz que se quiebra en tu sonrisa
suspendiendo sus frutos en la sombra.
Era todo tan tenue que cabía
en un adiós o en una bienvenida.
Era todo tan tuyo y tan ajeno
que se fue dispersando con la vida.
 
 
Tu modo impersonal abarca todos
los nombres de la tierra,
cuando se dice “llueve” simplemente,
nadie piensa en tú y yo,
o en él o en ella...
todo se deja así correr de pronto
como si tus palabras fueran una
frase común con rumbos de infinito.
 
 
Llévame allá donde la fuente es fuente,
no palabra o dolor que se renueva.
Llévame donde son nubes tus nubes
y no la vaguedad inalcanzable.
Llévame, te lo digo,
donde con la nostalgia de tus brisas
vuelve a nacer el mundo,
donde jamás se esconda entre la niebla
tu verdadero puerto.
 
 
Sin palabras quiero guardarte,
sin memoria, sin espectros,
sin ningún más allá que nos pregunte,
sin ningún más acá que nos conteste.
Guardarte elemental y simplemente
como un poco de lluvia en el tejado,
o el caracol retiene, según cuentan,
el sonido del mar.
 
 
La noche,
donde sólo encontré tu oscuridad,
donde a ciegas el roble se dolía
de su propia belleza,
donde un dolor ambiguo se clavaba
luminoso, insistente,
donde una risa anónima, inmutable,
pasaba por tu puerto sin tocarlo,
como el instante místico que ronda
los puertos de la muerte,
donde un olor a espigas inundaba
de amorosa humedad tu lejanía,
donde a solas y heridas las palabras
se rompieron en música y en lluvia.
 
 
En los sueños impares,
cuando la noche llega a encanecer de tanto
escuchar el gemir de los luceros,
yo te reclamo y me abandono al vértigo
de tu luz cual nocturna mariposa
que se muere golpeando a los cristales.
En los sueños impares,
baja el reloj de arena del silencio
hasta el fondo de todas las miradas,
baja de un muro real para llenarnos
los pasos de arenosa fantasía.
Y así nos vamos suave y lentamente
desandando y andando nuestro tiempo,
dando amor a las huellas del instante
e implorando las huellas que vendrán.
En los sueños impares,
buscando el par al par de soledades
que la arena de ayer rescatarán.
 
 
Los adioses van solos,
blancos, lentos,
ya ninguna palabra los despeña
por la pendiente del olvido.
Van casi regresando al primer beso,
como el río que a veces nos parece
que sube, pero fluye aguas abajo.
Los adioses resbalan como perlas
por las mejillas del paisaje.
Nunca podrán volver a nuestra senda,
porque ningún guijarro les indica
la trayectoria del amor pasado.
Y navegan sin rumbo y suavemente
a lo largo del tiempo y de la tarde.
Solos y lentos mueven su blancura
como el pañuelo de la luz final.
 
 
Con tanto mar y me quedé sin ese
ondular de tus ojos en mi alma,
con tanta luz y anocheció el contorno
de aquellas tus facciones fugitivas...
Con tanto tiempo y me quedé sin esos
instantes que apresaban tus palabras.
Con tantas como fueron tus palabras
para ahogarme en silencio.

(2008)

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