Ensayó sus muecas
Y sus sonrisas truchas
antes de abrir la puerta
de su mundo frívolo
Y de tormentas de nubes rojas.
Puso su mejor traje sobre el cuerpo recién levantado
Y en su cabeza un hat
de vaquero jubiloso.
Abrió el telón de su show antropocéntrico
de poca especulación personal.
Salió aplaudiendo
sus zapatos a la ciudad,
siendo parte de la muchedumbre
hambrienta de cash y burocracia.
Un desayuno de héroes banales.