Recogido por Esteban Peicovich en su libro "Borges, el palabrista"
#EscritoresArgentinos #PremioCervantes #SigloXX
Lo recuerdo (yo no tengo derecho a pronunciar ese verbo sagrado, sólo un hombre en la tierra tuvo derecho y ese hombre ha muerto) con una oscura pasionaria en la mano, viéndola como nad...
Antes de entrar en el desierto los soldados bebieron largamente e… Hierocles derramó en la tierra el agua de su cántaro y dijo: Si hemos de entrar en el desierto,
Isaac Luria declara que la eterna… tiene tantos sentidos como lectore… versión es verdadera y ha sido pre… por quien ideó el lector, el libro… Tu versión de la patria, con sus f…
El aljibe. En el fondo la tortuga… Sobre el patio la vaga astronomía del niño. La heredada platería que se espeja en el ébano. La fuga del tiempo, que al principio nunca…
Negar la sucesión temporal, negar el yo, negar el universo astronómico, son desesperaciones aparentes y consuelos secretos. Nuestro destino (a diferencia del infierno de Swedenborg y de...
Al cabo de cincuenta generaciones (Tales abismos nos depara a todos… Vuelvo en la margen ulterior de un… Que no alcanzaron los dragones del… A las ásperas y laboriosas palabra…
Por el deceso de alguien —misterio cuyo vacante nombre pose… hay hasta el alba una casa abierta… una ignorada casa que no estoy des… pero que me espera esta noche
He divisado, desde las páginas de… los conjuntos, la Mengenlebre, que… los vastos números que no alcanzar… agotara sus eternidades contando,… tienen como cifras las letras del…
Aunque de ejecución menos torpe, las piezas de este libro no difieren de las que forman el anterior. Dos, acaso, permiten una mención detenida: La muerte y la brújula, Funes el...
Pienso en el parco cielo puritano de solitarias y perdidas luces que Emerson miraría tantas noches desde la nieve y el rigor de Conco… Aquí son demasiadas las estrellas.
Es de fácil comprobación que un efecto inmediato (y aun instantáneo) de esta anhelada guerra, ha sido la extinción o la abolición de todos los procesos intelectuales. No hablo de Europa...
Lo sabían los tres. Ella era la compañera de Kafka. Kafka la había soñado. Lo sabían los tres. Él era el amigo de Kafka.
Recuerdo mío del jardín de casa: vida benigna de las plantas, vida cortés de misteriosa y lisonjeada por los hombres. Palmera la más alta de aquel cielo
Naderías. El nombre de Muraña, una mano templando una guitarra, una voz, hoy pretérita que narra para la tarde una perdida hazaña de burdel o de atrio, una porfía,
No habrá una sola cosa que no sea una nube. Lo son las catedrales de vasta piedra y bíblicos cristal… que el tiempo allanará. Lo es la… que cambia como el mar. Algo hay d…