Recogido por Esteban Peicovich en su libro "Borges, el palabrista"
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¿Hubo un Jardín o fue el Jardín u… Lento en la vaga luz, me he pregun… casi como un consuelo, si el pasad… de que este Adán, hoy mísero, era… no fue sino una mágica impostura
Pienso en el parco cielo puritano de solitarias y perdidas luces que Emerson miraría tantas noches desde la nieve y el rigor de Conco… Aquí son demasiadas las estrellas.
¿Quién me dirá si estás en el perd… laberinto de ríos seculares de mi sangre, Israel? ¿Quién los… que mi sangre y tu sangre han reco… No importa. Sé que estás en el sa…
Sospecho que la obra capital de cuantas escribió Unamuno es El sentimiento trágico de la vida. Su tema es la inmortalidad personal: mejor dicho, las vanas inmortalidades que ha imaginad...
En el Canto X del Paraíso, Dante refiere que ascendió a la esfera del sol y que vio sobre el disco de ese planeta—el sol es un planeta en la economía dantesca—una ardiente corona de doc...
En Wisconsin o en Texas o en Alabama los chicos juegan a la guerra y los dos bandos son el Norte y el Sur. Yo sé (todos lo saben) que la derrota tiene una dignidad que la ruidosa victor...
La pregunta es retórica; sé demasiado bien la respuesta. Es temer y contar en la alta noche las duras campanadas fatales, es ensayar con magia inútil una respiración regular, es la carg...
Aquí también. Aquí, como en el ot… confín del continente, el infinito campo en que muere solitario el gr… aquí también el indio, el lazo, el… Aquí también el pájaro secreto
Un hecho cualquiera –una observación, una despedida, un encuentro, uno de esos curiosos arabescos en que se complace el azar– puede suscitar la emoción estética. La suerte del poeta es ...
Madre antigua y atroz de la incest… borrado sea tu nombre de la faz de… Tú que arrojaste al círculo del ho… la alta proa del viking, las lanza… En la Torre del Hambre de Ugolin…
Arrasado el jardín, profanados los cálices y las aras, entraron a caballo los hunos en la biblioteca monástica y rompieron los libros incomprensibles y los vituperaron y los qu...
Nadie es la patria. Ni siquiera e… que, alto en el alba de una plaza… rige un corcel de bronce por el ti… ni los otros que miran desde el má… ni los que prodigaron su bélica ce…
Desde la otra vereda volví a mirar; usted se había dado vuelta y me dijo adiós con la mano. Un río de vehículos y de gente corría entre nosotros; eran las cinco de una tarde cualquiera;...
El hilo que la mano de Ariadna dejó en la mano de Teseo (en la otra estaba la espada) para que éste se ahondara en el laberinto y descubriera el centro, el hombre con cabeza de toro o, ...
Me pesan los ejércitos de Atila, las lanzas del desierto y sus bata… de Nínive, ahora polvo, las murall… y la gota del tiempo que vacila y cae en la clepsidra silenciosa